lunes, 29 de septiembre de 2008

Catástrofe neoyorquina, esperanza para Chiapas

Mientras el mundo era barrido, este lunes, por el terremoto bursátil que se desató luego de que el Congreso de Estados Unidos decidió rechazar la propuesta de rescate financiero por 700 mil millones de dólares, yo me encontraba en San Cristóbal de Las Casas.

Estoy aquí como parte de una semana de reflexión para el personal del Centro de Desarrollo Comunitario de la Fundación León XIII en la que en otras épocas se llamó la “Ciudad Real.”

San Cristóbal es, en sí misma, un universo fascinante. Lo mismo se encuentran chicas francesas que tocan el acordeón en las calles del llamado Andador Turístico a cambio de unos pesos, que muchachos argentinos o estadunidenses elaborando complejas artesanías a base de hilos de cobre, plata y otros metales que, mezclados con piedras preciosas y resinas como el ambar, se convierten en hermosas piezas de joyería y orfebrería.

Sin embargo, San Cristóbal es también el epicentro de uno de los más dramáticos ecocidios. Las laderas de los montes que rodean a la ciudad se han convertido en el blanco de los “desarrolladores” urbanos que, amparados en la virtual ausencia de autoridades responsables y sensatas, han desmontado cualquier cantidad de hectáreas de monte.

Las razones para ello son complejas. San Cristóbal se ha convertido en un imán poderoso, en el primer destino de miles de campesinos indígenas chiapanecos quienes, al no encontrar un futuro medianamente digno en sus comunidades, las abandonan para emprender un derrotero complicado y doloroso.

No sólo eso, gracias a la nueva carretera Tuxtla-San Cristóbal, se ha convertido también en un importante centro turístico al que llegan personas de Europa, Estados Unidos, Canadá y Sudamérica, en busca del México profundo que se rebeló en 1994 y que está presente, todavía en quita-pesares (pequeños muñecos que combinan la cerámica con los tejidos de lana), posters, muñecos de borra y otras artesanías, aunque en una versión que parece más cercana a una caricatura que a otra cosa.

Aquí las personas que trabajan en la Fundación León XIII desarrollan una tarea difícil, compleja, con pocos recursos, pero con mucho corazón y—sobre todo—con mucha esperanza, convencidos de que la semilla de la doctrina social de la Iglesia es capaz de transformar las realidad de violencia contra los indígenas y contra las mujeres que han narrado con más maestría que la mía personajes como Ricardo Pozas Arciniegas en el Juan Pérez Jolote y otras obras que han retratado esta realidad fascinante y delirante de Los Altos de Chiapas.

Voy a estar una semana con ellos, como un acompañante y crítico de sus reflexiones, pero—sobre todo—como un admirador profundo del trabajo que realizan para beneficio de todos y como expresión depurada, destilada, comprometida, de ese sueño de una vida mejor y más digna para todos que es la doctrina social cristiana.


No puedo evitar pensar, al leer las noticias sobrecogedoras sobre la nueva crisis que afecta al capitalismo, que mucho de lo que ha ocurrido y de lo que ocurrirá luego de este catastrófico "lunes negro" (uno más de muchos) de septiembre, podría evitarse si los políticos y los distintos agentes de los mercados de México y otros países del mundo reconocieran que la economía, que los mercados, dejados a sus propios impulsos no sólo no logran la racionalización, la optimización que pregonan, sino ponen en peligro las vidas de miles de millones de personas en todo el mundo.

La vigilancia, el oversight, que resulta de los principios morales y las sanas reglas para regular los intercambios, son--no lo dudemos más--imprescindibles, inevitables. Los mercados y sus reglas no son expresiones del orden cósmico o divino.

Son creaciones humanas y podemos construirlos para hacer realidad los principios de justicia social, de solidaridad o de subdiriareidad o podemos hacerlo, como se ha hecho en México en los últimos 70 años, que respondan a dinámicas políticas y económicas perversas.

La desrregulación pregonada en Estados Unidos desde los ochenta como la solución a todos nuestros males, ha tocado fondo como lo ha tocado el sistema financiero internacional. Ahora, en medio de las cifras demenciales, dantescas de las pérdidas que nos llegan desde distintas partes, lo único que queda preguntarse es cual será el legado de la orgía desrreguladora en la que, hasta hace unos días, vivimos.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Crisis financiera global y doctrina social cristiana

La semana del 15 al 22 de septiembre será recordada cuando se escriba la historia económica del siglo XXI como la semana que marcó el fin de una época. Será vista no sólo como el fin de la “exhuberancia irracional” de la que Alan Greenspan habló en 1996 para referirse a la “burbuja financiera” de la Internet, sino—sobre todo—para explicar el desastre que se desveló con la quiebra de Lehman Brothers y la intervención (nacionalización desde cualquier perspectiva de análisis) de AIG, la más importante aseguradora de Estados Unidos y una de las más importantes del mundo.

Es cierto que esta crisis tiene vínculos profundos con las guerras que EU pelea en la actualidad en Afganistán e Irak, pero es un hecho que esta crisis tiene sus orígenes más profundos en la desregulación financiera que el gobierno de Bill Clinton (1992-2000) promovió.

No queda claro, desde luego, cuál va a ser el impacto de la crisis en la economía mexicana, pero es claro que no saldremos librados del todo. Algún efecto se dejará sentir en las próximas semanas y será mejor estar preparados para ello.

Lo que sí es posible hacer ya desde ahora es analizar la crisis, sus orígenes, algunos de los efectos que ya conocemos y de las medidas que se han tomado, a la luz de los argumentos de la doctrina social de la Iglesia (DSI).

Es inevitable pensar, en este sentido, de la actual crisis como una en la que efectivamente fallaron los mecanismos de regulación, tanto del gobierno de Estados Unidos, como de otras naciones altamente desarrolladas y que, por el peso mismo de sus economías, tienen la capacidad para influir en el funcionamiento de los mercados.

De ahí que la primera conclusión que podemos derivar, es que la crisis no era inevitable, ni corresponde a la lógica interna del capitalismo, ni mucho menos a la dinámica “natural” del funcionamiento de los mercados. Si algo nos enseña la DSI es que los mercados, en tanto producto de la interacción de los humanos, no responden a impulsos naturales. Responden a las decisiones, conscientes o inconscientes que los humanos hacemos, o dejamos de hacer.

No sólo eso, esas decisiones nunca son 100 por ciento “técnicas,” es decir, siempre hay un margen de responsabilidad moral y ética al tomar las decisiones, al diseñar de una u otra manera una institución, al imponer tales o cuales restricciones en las leyes o reglamentos y al decidir cuáles son los criterios que definen el diseño de las leyes y las instituciones, así como sus objetivos.

Además, estas decisiones no son responsabilidad exclusiva de quienes diseñan las leyes, instituciones y procesos, sino que involucran también a los individuos, a las personas que pueden (o no) abusar las leyes, las instituciones y los procesos para beneficio personal.

En este sentido, es importante advertir que aún cuando la Guerra Fría fue ganada por el capitalismo en 1990-1, el capitalismo neoliberal o libertario, se ha derrotado a sí mismo en los últimos días de 2008. Lo ha hecho silenciosa, casi hipócritamente, pues tendrá que ser rescatado de sus propios errores por gobiernos, no sólo de Estados Unidos, sino de distintos países del mundo que han comprometido recursos para mantener la liquidez de los mercados.

Se trata, por cierto, de una situación similar, aunque a una escala mucho mayor a la que vivimos en México en 1996 con el Fondo Bancario de Protección al Ahorro.

En el caso de esta crisis, el costo del rescate financiero se estima que será de 700 mil millones de dólares (más 85 mil millones gastados en el rescate de AIG). Esta cantidad, equivalente a poco más de la mitad del producto interno bruto de México en 2007, es decir, casi la mitad del valor de todos los bienes y servicios producidos por México el año pasado.

Se trata, por ello mismo de una cifra sobrecogedora, más cuando se considera que muchos de estos recursos se perdieron por la irresponsabilidad de directivos de bancos y casas de bolsa, que hace apenas un año recibían descomunales premios por su desempeño en firmas como Lehman, AIG y otras que ahora se encuentran en serios problemas.

Estos problemas surgieron en el momento en que, por una parte, el gobierno de Estados Unidos, ya desde tiempos de William Clinton, optó por desregular los mercados financieros, y—por la otra—en el momento en que estas firmas, introdujeron productos financieros novedosos, los llamados “derivados,” que sin embargo estaban marcados por un muy elevado riesgo.

Estos “derivados,” aún cuando en el corto plazo parecían resolver problemas de financiamiento para ampliar la capacidad de consumo de los ciudadanos estadunidenses, quienes—a su vez—podían comprar más recursos de China, India, México y otras economías en desarrollo, terminaron por convertirse en bombas de tiempo que explotaron el 15 de septiembre de 2008.

Y aún cuando la responsabilidad primaria recae en los ejecutivos y directivos de empresas privadas como Lehman, AIG, Goldman Sachs y otras, también existe un margen muy importante de responsabilidad en los funcionarios de gobierno de las administraciones Clinton y George Bush, quienes no dudaron en voltear la vista a las críticas que, ya desde mediados de los noventa, se hicieron a las decisiones de desregular los mercados financieros de Estados Unidos.

Recae en teóricos de la economía y las finanzas, quienes obsesionados con el mantra de la reducción de las dimensiones del Estado, sin importar sus consecuencias, apostaron toda su capacidad y creatividad a desarrollar propuestas de política pública en las que se apostaba todo a la capacidad de los mercados para regularse a sí mismos.

Tampoco puede perderse de vista el hecho que esta crisis evidencia que el modelo de bancos centrales autónomos o independientes del poder político, que fue copiado en México en los noventa para darle su diseño actual al Banco de México.

Si el Banco de la Reserva Federal, el más representativo caso de un banco central autónomo en el mundo, fue incapaz de intervenir oportunamente para reducir el impacto de prácticas como la compra “en corto” de acciones, qué puede esperarse de otras instituciones que han sido construidas precisamente sobre los supuestos de la autonomía de la economía de la política, de la capacidad de los mercados para autorregularse y de la “necesidad” de reducir, a como dé lugar, el tamaño del Estado.

Este mecanismo de compra “en corto” deja ver mucho de la manera en que el capitalismo contemporáneo subvierte la lógica misma del funcionamiento de los mercados. Lo hace al asumir que la clave del éxito no está en la producción, la construcción o, de manera más general, en el trabajo, como lo planteó Juan Pablo II reiteradamente (ver, sobre todo, Laborem Exercens no. 12), sino en la capacidad para aprovechar recovecos en la legislación o de plano para corromper y obtener así ventajas injustificadas.

En este sentido, esta crisis—y los efectos que seguramente se dejarán sentir en las próximas semanas—deja ver que tan urgente es reconocer que los mercados no pueden pensarse como realidades “naturales” o tan autónomas que no puedan o no deban ser reguladas por principios ético-morales y por leyes e instituciones que reflejen y protejan los intereses y derechos de las personas.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Benedicto XVI en Francia

La visita de su santidad Benedicto XVI a Francia, que aún transcurre este lunes 15 de septiembre, dejó ver—como en un caleidoscopio—la inteligencia, la sensibilidad y la espiritualidad del antiguo profesor de filosofía y teología que dirige ahora a la Iglesia. La experiencia combinada del papa como académico y líder religioso se probó útil en un escenario tan complejo y difícil como el de Francia en la actualidad.

Ahí, en un país marcado por una transición demográfica y religiosa que pone en duda la capacidad de las iglesias cristianas para adaptarse a nuevas realidades generadas por la presencia de emigrados pobres, sin papeles (ni derechos), de países de mayoría islámica, Benedicto XVI demostró sagacidad y sentido de la oportunidad mediática, pastoral e intelectual.

Y es que la visita del antiguo prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe ocurre en un momento en que la tasa de natalidad de las poblaciones que tradicionalmente han ocupado Europa en los últimos mil años, los así llamados blancos o caucásicos, experimentan caídas constantes.

Los cambios demográficos y sociorreligiosos generados por el crecimiento de las poblaciones musulmanas y la caída de las poblaciones católica y protestantes han terminado por generar una situación que la clase política francesa no puede desconocer ya.

Este reconocimiento ha hecho que algunos políticos franceses reconsideren los argumentos y el tipo de práctica generada por la separación Iglesia-Estado de 1905. Es cierto, no todos, pero sí quien ocupa el cargo de elección popular más importante en Francia, Nicolás Sarkozy.El presidente francés ya había adelantado en su visita a Roma, al Palacio de Letrán, en diciembre de 2007, algunas de las ideas que repitió ante Benedicto XVI este viernes, entre las que destacan—desde luego—la consideración del papel que tuvo la Iglesia en la construcción de las instituciones y de la cultura europeas.

Sarkozy, por cierto, hubiera sido el último candidato para replantear el alcance de la laicidad del Estado francés. Basta revisar su biografía para darse cuenta que no hay ahí elementos que hablen de una cercanía o de un interés en representar los intereses de alguna confesión religiosa y mucho menos del interés para introducir este tema en la agenda pública.

Después de todo, a nadie escapa el hecho que se trata del hijo de una pareja de emigrantes húngaro-judíos y con una vida familiar plagada de enredos maritales, dos divorcios y recién casado con una esposa italiana, quien no dudó en desnudarse en público cuantas veces consideró necesario para impulsar su carrera como cantante y modelo.

Como sea, ya desde sus primeras intervenciones públicas y, como parte de una agenda de reformas más amplia, Sarkozy no dudó en plantear la necesidad de repensar el alcance de la laicidad y sugerir la necesidad de que esta laicidad deje de ser el prototipo de la laicidad militante atea que, por cierto, fue el modelo en que se inspiraron los constituyentes mexicanos de 1917 y los líderes de la Unión Cívica Radical argentina, entre otros grupos de políticos latinoamericanos que trataron de promover, como parte de sus programas de modernización “desde arriba.”

El cambio en la clase política francesa—que inició en 2002, cuando Sarkozy era ministro del Interior del primer ministro Dominique de Villepin y del presidente Jacques Chirac—coincide con varios procesos. Por una parte, los cambios demográficos generados por la presencia creciente de emigrados de las antiguas colonias francesas, basta revisar la alineación de la selección francesa de futbol en la reciente Eurocopa para darse cuenta de ello.

Coincide también con un renacimiento de la presencia de la religión en la vida pública francesa. Un renacimiento que genera todo tipo de sorpresas entre los periodistas y académicos franceses que no salen de su asombro, como lo evidencia esta nota de Le Figaro en la que el autor se sorprende por la presencia de lo religioso en los tribunales franceses.

La visita de Benedicto XVI a Francia le ha servido también para tratar de sanar las heridas que, ya desde las épocas del arzobispo rebelde Marcel Lefebvre, generó el tradicionalismo católico en Francia y en comunidades francófonas de Suiza, Bélgica y Canadá. No en balde, el santo padre dedicó porciones de su mensaje ante los obispos franceses en Lourdes a explicar las razones que lo llevaron a “liberar” el uso del Propio de la misa publicado por Juan XXIII.

No sólo eso, aún cuando Benedicto XVI aprovechó el contexto político francés en el que se replantean los temas del alcance de la laicidad del Estado, lo hizo de manera en que quedó claro a los políticos franceses de las distintas corrientes y partidos, en por lo menos tres de sus intervenciones públicas, que a la Iglesia no le interesa disputar posiciones o funciones con el Estado francés, sino desarrollar lo que el papa llamó una "sana colaboración."

Esta fue, me parece, la parte más interesante de la visita de Benedicto XVI, pues dejó con un palmo de narices a los críticos de la Iglesia—que siempre abundan—que estaban interesados en ver al papa o a la Iglesia en Francia, o a ambos, caer seducidos por las insinuaciones de Sarkozy y algunos de sus ministros acerca de la necesidad de poner límites al “laicismo extremista.” Así la calificó la secretaria de Estado para la ecología y el medio ambiente, Nathalie Kosciusko-Morizet, quien habló de la necesidad, según el argumento de la administración Sarkozy, de desarrollar, más bien, un “laicismo positivo,” un laicismo que, a decir de la señora ministra, “acepte el papel social de la religión,” según declaró al muy comunista (y laico y ateo) diario parisino Libération.


A pesar de las condiciones aparentemente favorables para que la Iglesia buscara rehacerse de un espacio en el aparato público francés, Benedicto XVI pronunció ante los obispos franceses un mensaje impecable, en el que se evidenció no sólo su sensibilidad como pastor, sino su profundo conocimiento de la historia de las relaciones entre la Iglesia y los estados europeos.

En el hemiciclo a santa Bernardita, que forma parte del santuario de Nuestra Señora de Lourdes, el papa dejó en claro que a la Iglesia no le interesa reivindicar el papel del Estado y que respeta la solución “original” dada por los franceses a la relación Iglesia-Estado.

El discurso ante los obispos y todos los documentos de la visita de Benedicto XVI a Francia, por cierto, estarán disponible en las próximas horas en el sitio de la Santa Sede.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Religión y política, imágenes del mundo

La religión y la política tienen entre sí profundos vasos comunicantes. Se trata de una relación que causa, por distintas razones, todo tipo de airadas reacciones tanto en México como en otros países del mundo.

En lo personal, creo que no hay manera de evitar que ambas estén profundamente vinculadas. Es una relación que cambia constantemente en la medida que tanto la política como las distintas formas y variedades de la religión buscan dar una respuesta a los problemas que los humanos enfrentamos tanto en la interacción con otros, como en la propia construcción y reconstrucción de nuestra personalidad, gustos, intereses, aficiones y animadversiones.

Pensar, como se hizo en Francia, en México y en otros países en los siglos XIX y XX, incluso por medios violentos, que era posible eliminar lo religioso como una dimensión relevante de la interacción humana en la esfera de lo público, sólo causó más tensiones de las que pretendía resolver. Por ello, en esta ocasión se me ocurrió que sería interesante observar tres casos que dejan ver claramente algunas de las aristas de esta compleja, fascinante relación.

Sarah Palin: religión y
postfeminismo en Estados Unidos
Fuera de Alaska pocos sabían, hasta antes del viernes 29 de agosto, quién era Sarah Palin. Ese día, unas horas después de que la convención del Partido Demócrata de Estados Unidos concluyera, con un aire de triunfalismo inusual en ese partido (por primer vez en su historia tiene más dinero que los republicanos para la campaña presidencial en curso), John McCain, el senador republicano de Arizona, presentó a Sarah Palin, la gobernadora de Alaska, como su compañera de fórmula.

El efecto del golpe dado por McCain no tardó en sentirse a todo lo largo de EU y en el mundo y ha logrado mantenerse en los últimos diez días, sin que haya signos que pudieran anunciar algún cambio. Muy por el contrario; el hecho que Palin sea una virtual desconocida, con puntos de vista que contradicen muchas de las “verdades” oficiales de la política en su país, ha terminado por hacer inevitable hablar de ella y del tipo de cristianismo que ella representa.

No es sólo morbo o curiosidad y no es sólo el hecho que sea una mujer muy bella. La candidatura de Palin refleja el agotamiento de una manera de entender el feminismo como patrimonio exclusivo de grupos que promueven agresivamente el aborto, especialmente el aborto eugenésico (el que busca eliminar, antes de que nazcan, a personas con enfermedades como el síndrome de Down) y que—a pesar de lo mucho que hablan del respeto al derecho de las mujeres a decidir sobre cuestiones de maternidad—cuestionan o ponen en tela de duda su capacidad para cumplir con sus responsabilidades como candidata y eventualmente como vicepresidenta de Estados Unidos.


Sarah Palin, en este sentido, ha venido a poner al feminismo de cabeza y ha evidenciado algunas de las más profundas debilidades del tipo de política que promueve el Partido Demócrata en Estados Unidos. Ello no quiere decir que resuelva de plano las contradicciones que marcan también al Partido Republicano; muy por el contrario. Pero, al forzarnos a observar la política estadunidense, desde un ángulo distinto, enriquece la discusión acerca de las relaciones entre política, religión y género.

Esté uno de acuerdo o no con la política que, para mal, ha impulsado el gobierno de George Bush en los últimos ocho años, es inevitable apreciar el valor de una mujer que, por sus convicciones, decidió no abortar a su hijo (ella sabía que tenía síndrome de Down) y aceptó el reto de ser madre y gobernadora y, más recientemente, madre y candidata a la vicepresidencia de su país.

Su decisión hará que estos y otros asuntos en los que la relación entre religión y política es evidente se discutan y, sin importar si gana o no la elección, ello permitirá que muchos, hombres y mujeres, feministas o no, piensen una vez más, a partir de la nueva realidad creada por su participación en la vida pública, los criterios que definen los límites de la participación de la mujer en la vida pública y los criterios a partir de los cuales defendemos o no los derechos humanos, incluidos los derechos de quienes están aún en el vientre de su madre.

Francia, Benedicto XVI
y la dianética
Este próximo fin de semana, el 12 de septiembre, su santidad Benedicto XVI iniciará un viaje apostólico a Francia para celebrar los 150 años de las apariciones de Lourdes. El papa desahogará su agenda a lo largo de tres días (puede leerse el programa de la visita aquí), en los que celebrará once actividades públicas que van, por cierto, desde el encuentro con el presidente Nicolás Sarkozy, y otros con representantes de distintos círculos de la vida pública francesa y de la Iglesia en Francia, hasta las actividades en el santuario de Lourdes. Durante la semana en curso, publicaré más materiales aquí en Atrio sobre la visita del papa a Francia.

La visita del pontífice a Francia ocurrirá, por cierto, en un contexto marcado por la sarkozymanía que afecta a Francia en estos días (hay reportes de terapeutas y psicoanalistas franceses preocupados por las obsesiones que Sarko, como la prensa gala lo llama, genera en muchos de sus gobernados) y en el que, además, el Estado francés tendrá que decidir—parcial o totalmente—el futuro de la cienciología-dianética en aquel país.

Francia no es el único país en el que la cienciología-dianética están en el banquillo de los acusados. A todo lo largo del año pasado y los primeros meses de este, Alemania vivió un intenso debate similar, aunque afectado por un par de hechos.

El primero, que la cienciología ha estado sujeta a una serie de investigaciones conducidas por el gobierno alemán por los abusos cometidos por los reclutadores y dirigentes de esa organización, que hacen que muchas personas pierdan su patrimonio personal o familiar, pues “optan” por entregarlo a la iglesia en que participan.

Estas prácticas fueron suficientes para que Alemania prácticamente impusiera severos controles sobre las actividades de la cienciología-dianética en su territorio. Como consecuencia varios miembros de esa organización intentaron—sin éxito—demandar al gobierno alemán en tribunales de ese país y otras naciones.

Esta discusión, suficientemente interesante por sí misma, se combinó con la batahola que generó la decisión del actor estadunidense Tom Cruise, uno de los más connotados seguidores de la cienciología, de producir un filme basado en la vida de Claus von Stauffenberg uno de los militares alemanes que—cuando era claro que el régimen nazi no tenía futuro—conspiraron sin éxito para asesinar a Adolf Hitler y algunos de sus allegados.

El complot fracasó y Von Stauffemberg (en la foto de la izquierda, el día anterior al atentado), junto con otras personas, fue ejecutado luego de un juicio sumario, el 21 de julio de 1944. Como resultado de su participación y muerte en el complot para asesinar al dictador, el militar y noble prusiano se convirtió en uno de los héroes primero de la República Federal Alemana y, posteriormente, de la Alemania reunificada (aquí puede leerse más información sobre el filme, titulado Valkyrie, aunque está en inglés).

La animadversión a Cruise por sus vínculos con la cienciología, se agravó luego de que el actor protagonizara una serie de apariciones en distintos medios de comunicación en EU en los que, además de defender a capa y espada a la cienciología, condenó con una vehemencia digna de mejor causa a la medicina en general y a la psiquiatría en particular, y ha llevado a que incluso los herederos de Von Stauffenberg condenaran la cinta de Cruise incluso antes de que se realizara y a que el ministerio de la Defensa de Alemania le negara a Cruise permisos para filmar en sitios históricos al cuidado de esa dependencia.

Los arrebatos de Cruise, llevaron incluso a que los estudios Universal dieran por terminada su relación laboral con el actor, aunque—y esto es necesario decirlo también—sirvieron también para que algunas celebridades de Hollywood, como Steven Spielberg, expresaron su rechazo a lo que presentaron como una censura de las convicciones religiosas de Cruise.

La crítica de Cruise a la medicina formal y su defensa de la cienciología resultan más interesantes cuando se considera que en Francia uno de los cargos a los que se enfrenta el así llamado Celebrity Centre o Centro de la celebridad, una de las estructuras que la cienciología francesa ha creado para ganarse adeptos, está acusada—entre otras cosas—de vender ilegalmente píldoras que los propios miembros de la cienciología-dianética preparan para su consumo.

Claro está, no es esa la única razón por la que están en los tribunales. Estas incluyen distintos cargos levantados por exmiembros de la cienciología-dianética, quienes consideran que fueron robados de su dinero—valiéndose de medios sutiles, por supuesto—luego de que fueron sometidos a algunas de las pruebas (como la del estrés), que esta organización ofrece como ganchos para reclutar futuros miembros.

Entre Jalisco y
Estados Unidos
El último asunto viene, tristemente, de México. Se trata de una nota publicada este lunes ocho de septiembre por La Jornada en la que el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, cliente frecuente de distintos medios de la capital del país, vuelve a ser objeto de críticas por la manera, más bien irresponsable, en la que habría hablado con una cónsul del gobierno de Estados Unidos acerca del apoyo que supuestamente González Márquez tenía de “la Iglesia” para ganar en la elección en la que participó y ganó, por cierto, con un margen muy estrecho.

La Jornada, como es frecuente en ese diario, ha querido inflar la importancia de su “hallazgo,” pero es claro que el gobernador González Márquez, con sus excesos verbales, resulta un personaje difícil de defender incluso para quienes podemos ver bondades en algunas de sus propuestas.

El ahora gobernador se hizo—como candidato—un favor muy flaco a sí mismo al confiar así en la cónsul de Estados Unidos, Sandra J. Salmon, y al darle información que, de ser cierta tendría que guardar en reserva.

Lo peor es que en esto, como en otros asuntos, González Márquez fácilmente se convierte en blanco de críticas por sus excesos verbales. Resulta, por ejemplo, poco creíble que alguien en “la Iglesia” le haya garantizado el tipo de apoyos de los que él presumió en su encuentro con la cónsul, pues ya desde el número de sacerdotes que según él estarían involucrados en esa operación hay serios problemas.

Si efectivamente él hubiera contado con el apoyo de tres mil sacerdotes para su campaña, ello implicaría que contó con poco menos de una tercera parte de todos los sacerdotes disponibles en todo México y aún cuando Jalisco es una de las entidades con mejor relación entre fieles y sacerdotes, las diócesis que existen en ese estado no cuentan con ese número de sacerdotes.

No sólo eso, la afirmación, fantasiosa de González Márquez asume que hay alguien en “la Iglesia” que le puede ofrecer ese tipo de apoyos. Si alguien lo hubiera hecho sería alguien muy ignorante de lo que la Iglesia en México es, pues los presbíteros, se mueven con márgenes muy altos de autonomía y, en todo caso, no estarían obligados a participar en una campaña en la que se pretendiera poner el peso de “la Iglesia” detrás de un candidato.

Hacerlo, por cierto, sería más grave para la propia Iglesia pues implicaría que ella se hiciera responsable no sólo de la elección del candidato, sino de los errores o excesos que el gobernante cometiera.


Las opiniones vertidas en
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martes, 2 de septiembre de 2008

El día que mi parroquia fue famosa

(Publicado originalmente el 1 de septiembre de 2008)

Decía el viejo refrán que a toda capillita le llega su fiestecita. La idea—desde luego—era que todos, eventualmente, tenemos la oportunidad de brillar en algún momento de nuestras vidas o al menos así fue como me lo explicó mi abuela. Tristemente, eso de brillar no siempre es para bien; muchas veces se brilla por las razones menos adecuadas o menos deseadas.

Eso fue lo que le pasó a mi parroquia, Santa Isabel Tola, muy cerca de la Basílica de Guadalupe y del metro Indios Verdes hace justamente una semana. El lunes 25 de agosto, de manera muy inusual, en la colonia se empezaron a escuchar repiques de campanas y la explosión de cohetes, de la manera en que se hace cuando se celebra la fiesta patronal a principios de julio de cada año (la patrona es santa Isabel de Portugal).

Los repiques y los cohetes, sin embargo, no eran para invitar a los vecinos a los excesos típicos de las fiestas patronales en Santa Isabel o en cualquier otro lugar, de los cuales hace muchísimos años que no participo ni me interesa participar, sino para informarles que la nave principal del templo, había sido saqueada.

A nadie debería haberle sorprendido que así hubiera ocurrido. Ya antes se habían robado el óleo con el retrato de santa Isabel de Portugal que ocupaba el cuadrante principal del retablo virreinal con el que Santa Isabel estaba adornada, pero como a mis vecinos lo que les importa es tener fiesta patronal cada año y eso del arte virreinal no les interesa mayor cosa, pues dejaron las cosas como estaban.

Y cuando digo como estaban me refiero a que era muy fácil entrar sin llaves a la nave de la parroquia. Bastaba llegar con alguna escalera a la azotea y bajar por el campanario para entrar por el coro. Una vez ahí, bastaba una cuerda con nudos o algo parecido para bajar a la nave.

Recuerdo incluso que cuando fui editor de la Sección Metropolitana de Excélsior tuve la idea de dedicarle uno o varios reportajes a Santa Isabel y otros templos del norte de la Ciudad de México que además de antiguos y de nunca recibir la menor atención de los medios o de las autoridades civiles o eclesiásticas, eran recordatorios de lo que había sido la primera evangelización en el valle de México.



Desistí de hacerlo cuando me dí cuenta, justamente, de lo fácil que era entrar a muchos de estos templos, la mayoría de ellos brutalmente descuidados por los vecinos y por las autoridades civiles y eclesiásticas y me dediqué a escribir de otras cosas.

Ya para entonces sabía yo del robo de arte religioso mexicano, como lo sabe cualquier persona que haya ido un fin de semana a La Lagunilla o a la Zona Rosa, y de la manera en que en esos lugares se trafica justamente con este tipo de arte y donde, estoy seguro, en muy poco tiempo, van a aparecer los óleos de san Francisco y santa Clara de Asís (el templo fue originalmente construido por los franciscanos), y los de Juan Bautista y san José.


No sé a cuanto haya ascendido el monto de lo robado, pues la verdad es que me duele demasiado esto como para ponerme a averiguarlo, pero estoy seguro que en el mercado negro del arte colonial esas pinturas alcanzarán cifras impresionantes, pues muchas de ellas eran incluso de finales del siglo XVII (el templo fue originalmente construido en 1570).

Es una tragedia que así sea, porque a final de cuentas la irresponsabilidad de las autoridades del Distrito Federal (similar a las de cualquier otra entidad del país, por cierto), en este tipo de temas, aunada a la propia irresponsabilidad de los vecinos y feligreses de estos y otros templos del DF y otras entidades, terminan por cercenar cualquier esperanza de conservar este tipo de arte que, por cierto, se encontraba ya desde que yo ayudaba cada domingo en mi parroquia, en un estado lamentable.

Debo decirlo con todo el dolor que corresponde, que incluso quien fue mi párroco durante muchos años contribuyó a esta situación lamentable. Es cierto que él se sostuvo en esa posición (oficialmente el cargo era el de vicario ecónomo de Santa Isabel Tola), contra viento y marea, pero también es cierto que, por ejemplo, tiró—sin el menor cuidado o respeto—un órgano colonial de madera con el que Santa Isabel Tola contó. Lo arrumbó, expuesto al sol y a la lluvia en lo que alguna vez se pensó que iba a ser el nuevo templo y salón parroquial de Santa Isabel. No sólo eso, algo similar hizo con varios misales y otros libros sagrados que estaban en custodia de la parroquia.

Las autoridades civiles son, en estos asuntos, como un pulpo idiota, como Manotas, el personaje de Hannah-Barbera que de cuando en cuando aparece ahora en el Cartoon Network. Tienen muchos tentáculos, mucho poder, pero a final de cuentas lo usan para las peores cosas imaginables.

Desde aquellos años en que yo ayudaba cada domingo (estoy hablando de finales de los ochenta y principios de los noventa), se cumplieron con todos los informes a la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, que ahora se ha desdoblado en la Secretaría de Desarrollo Social y el Instituto de Ecología, y al Instituto Nacional de Antropología e Historia.



El templo quedó formalmente incorporado al patrimonio artístico, etc., etc., pero como—obviamente—proteger bienes de este tipo no le gana votos ni a priístas, ni a perredistas ni a los panistas (demasiado preocupados—por cierto—porque no los vean como mochos), entonces la protección del patrimonio artístico se convierte en una proposición imposible e incluso indeseable, que invariablemente será relegada a los últimos lugares en las listas de prioridades.

En lo que hace a los vecinos, el nivel de irresponsabilidad es igual o peor que el de las autoridades eclesiásticas y civiles. Para comprar para fuegos artificiales siempre hay dinero.

Después de todo hay un número suficiente de complicidades como para que este negocio siga intocado; pero para cualquier otro proyecto para beneficio de la parroquia no lo hay ni en épocas de jauja: los pleitos, el infantilismo, la irresponsabilidad y la corrupción no tienen límites y hace imposible cualquier acuerdo que no sean los que tienen que ver con la infantil compra de cohetes y cohetones, de manera que no tendría que sorprender a nadie que la seguridad fuera virtualmente inexistente en Santa Isabel como en los hechos lo es en prácticamente cualquier templo de México.

Qué lástima que se hayan robado los once o doce lienzos que quedaban en el retablo de mi parroquia. Por cierto, como es de suponerse, el mismo día del atraco y al día siguiente, distintos medios de comunicación de la Ciudad de México dedicaron algunos de sus espacios a comentar lo que había ocurrído.

Esta situación, desde luego, está íntimamente vinculada con la manifestación que apenas el sábado 30 de agosto se hizo en el DF por el clima de inseguridad que se padece en todo el país ,situación para la cual, las respuestas siguen siendo pobres, por decir lo menos...

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Algo de música...

(Originalmente publicado el 25 de agosto de 2008 en imdosoc.org.mx)

Ya desde mediados de los setenta, luego de que los tres volúmenes de La Cristiada de Jean Meyer se convirtieran en el éxito de librería que son hasta ahora, los distintos aspectos de la guerra cristera, la cristiada o la rebelión cristera (como sea que queramos llamarla) se han convertido en una de las pocas obsesiones que podríamos considerar sanas en México.

No hay aspecto del conflicto que no resulte de interés para distintos públicos, quienes encuentran en la gesta cristera elementos de heroísmo, integridad y fidelidad a sus convicciones que--no en balde--alimentan hasta la fecha al catolicismo mexicano y de América Latina.



No tendría por qué sorprendernos, en este sentido, el que contemos con Corridos de la rebelión cristera, un disco compacto que recoge nueve distintos corridos, representativos de la rebelión cristera de 1926-9 y de la llamada Segunda, que fue el movimiento--menor en su alcance--que se enfrentó a la decisión del gobierno de Lázaro Cárdenas de implantar la llamada "educación socialista."

Los corridos compilados provienen de cuatro municipios que tuvieron una intensa participación en el conflicto de 26-29 (Arandas y San Miguel el Alto en Jalisco y Zacatecas y Jerez en Zacatecas) y, como todo corrido mexicano, su estructura musical es sencilla, pero son muy ricos en lo que sus letras dicen acerca de la lucha, de las personas involucradas en ella, del mundo que les rodeaba y de la manera en que interpretaban ese mundo.

Los corridos que incluye son:

  1. Corrido de Martín Díaz
  2. Corrido del padre Mendoza
  3. Corrido de los combates de San Julián
  4. Corrido de Victoriano Ramírez
  5. Corrido de Quirino Navarro
  6. Corrido de Valentín de la Sierra
  7. Corrido de la toma de Mezquitic o del padre Montoya
  8. Corrido de López y Castañón
  9. Corrido de la Convención


Los cinco primeros son corridos de la región de Los Altos, Jalisco y los otros cuatro son de Zacatecas. Todos los corridos, por cierto, fueron grabados por Irene Vázquez Valle quien contó con músicos, profesionales o no, de las regiones de Los Altos, Jalisco y del centro de Zacatecas, quienes interpretaron los corridos en instrumentos de la región y con un mínimo de apoyos técnicos, de manera que la grabación es extremadamente fiel al espíritu de la tradición de los corridos en el Centro-Occidente del país.

Este volumen de la Fonoteca del INAH se encuentra ya en su cuarta reimpresión; la primera fue lanzada en 1976, justo en el momento en que La Cristiada de Meyer disfrutaba de su primer momento de éxito.

Además de los corridos en sí, el volumen cuenta con un libreto ilustrado y con una presentación elaborada por Olivia Olivera de Bonfil de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, quien ubica los corridos de la cristiada en el contexto más amplio del corrido mexicano, con sus raíces profundas en la música popular española y, sobre todo, en el contexto más amplio de la investigación sobre el conflicto cristero de 1926-9 y sus repercusiones en la década de los treinta, la así llamada, Segunda.


Junto con la presentación de Olivera de Bonfil, el volumen cuenta con un Bosquejo histórico en el que se resumen algunos de los datos más conocidos del conflicto.

El estudio que acompaña a los corridos sirve como plataforma para comprender mejor algunos de los argumentos presentes en los corridos, que resumen tanto el sentir de los efectivos de los ejércitos cristeros, como los problemas que enfrentaban para luchar contra los efectivos del Ejército Mexicano, o los problemas que enfrentaba entre sí como en el caso del Corrido de Victoriano Ramírez El catorce, personaje que debió ser fusilado por los propios ejércitos cristeros, por su indisciplina.

La edición de 2002, que se encuentra con relativa facilidad en las librerías que venden materiales del INAH, como las que se encuentran en distintos museos y teatros como el de Bellas Artes de la Ciudad de Mëxico, está acompañada de las letras de todos los corridos incluidos, por lo que--además de escucharlos--es posible leer con detalle las preocupaciones y alegrías de los cristeros y los trovadores que los acompañaban.


La Fonoteca del INAH, por cierto, ha conservado sonidos, canciones y corridos de otras regiones y comunidades del país, algunas de ellas vinculadas también con la práctica de la fe en esas regiones del país.

En la colección es posible encontrar desde las danzas de comunidades de origen náhuatl del centro de México, como en el caso del número dos de la colección, dedicado a las Danzas de la Conquista, que incluye, entre otras danzas la llamada Santo Dios, que es una danza para acompañar la entrega del sahumerio o la llamada ¡Qué viva el señor Santiago!, dedicada al apóstol Santiago, como música de otras danzas y canciones populares.

Hay volúmenes dedicados, por ejemplo, a las comunidades afromestizas de Guerrero, y también--desde luego--a las mundialmente famosas bandas de distintas poblaciones del estado de Oaxaca, que fueron responsables de grabar los discos que ocupan los números 12 y 40 de la colección y, en general, puede decirse que todas las regiones del país están representadas con música popular.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

¿Por qué Atrio?

(Originalmente publicado el 18 de agosto de 2008 en imdosoc.org.mx)

El cristianismo nació como religión, como forma de vida, en los hogares de distintas comunidades del Mediterráneo. Por las características del clima, las actividades productivas y el tamaño de las familias, los hogares casi siempre albergaban a más de una generación y, además de las habitaciones, contaban con un espacio común, llamado atrio, casi siempre al centro de la construcción, en el que los miembros de las familias se reunían para realizar distintas actividades, tanto productivas como recreativas, en común.

El atrio era así, un espacio común, un lugar donde las personas se reunían y, en el caso de los primeros cristianos, era un espacio en el que ocurrían encuentros antes y después de las celebraciones de la cena del Señor.

Fue así como este diseño elemental, nacido de las necesidades mismas de las familias mediterráneas y también conocido como peristilo, sirvió como cuna para que el cristianismo pasara de ser una religión marginal a convertirse, primero, en un amplio movimiento social—en ocasiones perseguido—que cimbró las estructuras de por sí débiles del imperio romano y, después de las persecuciones, en la religión oficial del imperio.

Cuando, en el siglo IV de nuestra era, en Europa, Oriente medio y África aparecen, gracias a la protección dada al cristianismo, las primeras construcciones cristianas dedicadas de manera exclusiva al culto, el atrio se transforma de un espacio interior en los hogares que acogían la celebración de la eucaristía, en una zona de transición entre el espacio público pero sagrado y por ello reservado, de los templos, y el exterior, profano y caótico.

Durante la edad media, los atrios volvieron a ser espacios interiores (a la derecha) en los que las comunidades monásticas cistercienses y benedictinas, masculinas o femeninas, compartían su manera de vivir la fe con los laicos que rodeaban al monasterio.

Las murallas eran necesarias para garantizar la sobrevivencia del monasterio, el centro espiritual, intelectual y comercial por excelencia de la Edad Media, y de los grupos humanos que habitaban su interior y exteriores.

A finales de la edad media y durante todo el renacimiento las catedrales, monasterios, conventos y templos de distinta naturaleza, lo mismo que otros muchos edificios religiosos, integraron de distintas formas a los atrios como parte fundamental del diseño de los espacios religiosos y, de manera más general, como reflejo del papel que la religión debía desempeñar en esas sociedades.

Fue así que los atrios se convirtieron o integraron en grandes espacios monumentales, como ya desde muy temprano se hizo en el espacio ahora ocupado por la Plaza de San Pedro en Roma (a la izquierda), o según otras fórmulas de diseño urbano y arquitectónico que siempre reconocían la necesidad de contar con un espacio de transición que sirviera como compuerta, como aduana, entre el espacio reservado, sagrado y recogido del interior del templo en el que se celebraban los sacramentos y el despliegue de lo profano, lo público y lo caótico propio del exterior del templo.

Como ocurrió en los primeros quince siglos de la cristiandad en Europa, África y Oriente Medio, en México y otros países de América, los atrios se integraron como parte fundamental de la historia de la evangelización. En un primer momento, la necesidad de celebrar los sacramentos en espacios sin techo, dio vida a las llamadas “capillas pozas” que, como en el caso de la actual Basílica de Guadalupe, se confunden y mezclan con los atrios e incluso con otros espacios públicos, religiosos y civiles, expandiendo esta zona de transición, de contacto entre lo sagrado y lo profano.

En otros casos, los atrios fueron pensados claramente como espacios demarcados, distintos de los espacios civiles y profanos, como ocurre en las catedrales de México y Puebla (a la derecha) que, ya desde muy temprano, aparecen integrados con los zócalos de ambas ciudades, pero son claramente distinguibles de esos espacios, gracias a rejas, columnas y puertas que separan claramente un espacio del otro.


En otros casos, como en la Plaza de Santo Domingo en la Ciudad de México, el atrio del antiguo convento se integra con los edificios que ahora ocupan la Secretaría de Educación Pública y la antigua Facultad de Medicina de la UNAM, para dar vida a una plaza de proporciones monumentales, que podría ser la plaza mayor de muchas ciudades europeas y de América.

Otros atrios son pequeños, casi inexistentes, como el de la catedral de Saltillo, que apenas cuenta con unos cuantos metros cuadrados de espacio. Otros están integrados de manera casi continua con espacios civiles, como en la plaza que se encuentra frente a la catedral de San Cristóbal de Las Casas. Otros más forman parte de conjuntos arquitectónicos monumentales más amplios, pero separados de manera clara de los espacios civiles, como en la basílica de Zapopan, Jalisco, e incluso, en algunos casos, son atrios virtualmente inexistentes, pues se confunden con las calles de las grandes ciudades, como en la catedral de Guadalajara.

En cualquiera de los casos, monumentales o pequeños, los atrios son los espacios en los que los católicos nos reunimos antes y después de la misa, antes y después de los sacramentos. Son los lugares donde los bolos y el arroz se arrojan; los espacios en los que felicitamos a los novios o a los padres de los novios y en los que damos el pésame a las familias que sufren una pérdida. Son los espacios en los que los niños juegan, los jóvenes se enamoran y los adultos se encuentran.

Este espacio en la red se llama Atrio justamente porque se concibe como un ámbito de transición; un espacio distinto al de la oración, la celebración litúrgica o la reflexión sistemática centrada en torno a la doctrina social de la Iglesia, pero vinculado con esas y otras prácticas que distinguen y dan identidad a los laicos católicos.

Es un espacio que aspira a poner a consideración temas diversos: música, deportes, videojuegos, libros, cocina, arte, series de TV, películas, teatro, salud y la vida misma. La intención es dialogar, discernir los signos de los tiempos en las distintas actividades en las que los humanos participamos y, sobre todo, contribuir a construir una comunidad virtual activa y reflexiva en este espacio de la red.

Ojala que quienes se acerquen a este espacio encuentren algo que sea suficientemente interesante para hacer más grata su visita al sitio del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.

Como otras bitácoras o blogs en la red, este espacio se renovará de manera regular, por lo menos una vez por semana, pero sin las limitaciones propias de los medios impresos. En la medida que los recursos tecnológicos del sitio en el que se alberga lo permitan, se incluirán fotografías, vídeos y los llamados “pod-casts,” en sus distintas variaciones.

Ojala que quienes se acercan regularmente a www.imdosoc.org.mx participen tan activamente como les sea posible en este diálogo y, sobre todo, que encuentren en Atrio un espacio en el que sus opiniones pueden ser compartidas con personas con intereses y puntos de vista similares.

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