lunes, 6 de octubre de 2008

Otra de música

Ahora que los días empiezan a ser más largos, que llueve, baja la temperatura y que, en general, uno tiende a pasar más tiempo dentro de casa, es inevitable buscar en la música una compañía que le ayude a uno a buscar significados más profundos en la vida, una compañía que, en pocas palabras le ayude a acercarse a uno a Dios.

Las revoluciones comerciales y tecnológicas de los ochenta y noventa, por cierto, han ayudado a que uno tenga acceso a una variedad mucho más amplia de música que la que se tenía a finales de los setenta, además de que la música a la que se tiene acceso es de mucha mayor calidad técnica.

Esta realidad, que se ha convertido en un dolor de cabeza para casi todas las disqueras que han visto perder los márgenes de ganancia a los que estaban acostumbradas, para los consumidores de música ha sido fuente de regocijo, pues se tiene acceso a más música, de mejor calidad y a menor precio.

De ahí que resulte inevitable preguntarse qué hay de nuevo en materia de música que, más allá de las etiquetas que pudiéramos ponerle a tales o cuales autores o géneros, sea música que ayude a acercarnos a Dios.

La lista que presento aquí no pretende ser exhaustiva. Muy por el contrario, pues está atravesada por todos los sesgos de los que uno es capaz cuando se trata de elegir tal o cual tipo de música.

Uno de los autores que descubrí a principios de los noventa y que, desde entonces, no deja de sorprenderme por la calidad de sus composiciones, es el polaco Henryk Mikojlav Górecki.

Procedente de la misma región de Polonia en la que nació y vivió Karol Wojtyla hasta que se convirtió en Juan Pablo II, Górecki pertenece, como muchos de los autores que voy a presentar aquí, a los llamados minimalistas. Su música es sencilla, pero ello no le impide ser profunda, dramática y conmovedora.

La primera composición que escuché de él fue la sinfonía de las canciones cargadas de tristeza, sinfonía de las lamentaciones o de las canciones de lamento (el título original es difícil de traducir al castellano).

Se trata de una bellísima composición para soprano y orquesta sinfónica en tres movimientos en los que se enlazan delicadamente la severidad de los graves profundos (que hacen difícil de escuchar los primeros compases del primer movimiento), con la parte que corresponde a la soprano quien canta, sucesivamente y en cada uno de los tres movimientos, una vieja canción en polaco antiguo, una oración que una interna de las prisiones de la Gestapo en Polonia, la niña Helena Blazusiak, dejó escrita en la pared de su prisión y una canción tradicional polaca que, en algunos casos, precede a la rezo del Ave María.

La versión más conocida de esta sinfonía (Opus 36) es la que tiene a Dawn Upshaw como solista y a David Zinman como director de la Sinfonietta de Londres.

Luego de conocer esta Sinfonía no. 3 de Górecki empecé a comprar de manera un tanto compulsiva otros materiales de este autor y aunque ninguno me logra conmover tanto, Totus Tuus, Todos tuyos, es otra de las obras que llama mi atención. En algunas de las ediciones disponibles en el mercado, se le presenta como un himno dedicado a Juan Pablo II.

De igual modo, un disco de The Kronos Quartet con música de Górecki, Already it is dusk, acerca de la destrucción de Varsovia durante la segunda Guerra Mundial, me permitió acercarme a otros materiales de esa importante agrupación musical.

Casi al mismo tiempo que conocí a Górecki, tuve oportunidad de conocer también la obra de Ärvo Pärt, un compositor estonio-alemán. En un principio fue particularmente interesante acercarse a su Te Deum difundido, junto con su Misa Berlinesa, por el sello europeo ECM.

Como en el caso de la Sinfonía no. 3 de Górecki, el Te Deum de Pärt ofrece una música tan vibrante como desgarradora y esperanzadora, a partir de líneas melódicas y armonías extremadamente simples, que transportan a quien lo escucha a los espacios espirituales y sobrecogedores de los grandes monasterios europeos.

El Te Deum de Pärt se convirtió para mí en un punto de ingreso a una red de compositores minimalistas religiosos del norte de Europa, además de que me permitió conocer otras composiciones de Pärt en el sello ECM entre las que destacan Passion (Pasión de Jesucristo según San Juan, que en ocasiones ha sido presentada en vídeo por Canal 22 de la Ciudad de México), las distintas variaciones de Fratres (una obra para doce chelos, en la que cada uno de los chelos representa a cada uno de los apóstoles de Jesús), Miserere, Credo, Canon Pokajanen, Orient-Occident, Magnificat, Tabula Rasa, Como la cierva sedienta… y otras más.

Se trata de obras, como los títulos lo indican, tomadas de las más añejas tradiciones de la composición musical cristiana que, sin embargo, en las manos de Pärt y sus distintas contrapartes, adquieren belleza y profundidad, al mismo tiempo que le permiten a uno buscar nuevas rutas para el disfrute de la música y el acercamiento a los divino, a lo espiritual.

No sólo eso. Gracias a Pärt tuve la oportunidad de descubrir a otros compositores e intérpretes contemporáneos. Ese fue el caso de la relación entre Pärt y Paul Hillier, la figura detrás de The Hilliard Ensemble y de The Teathre of Voices, dos agrupaciones vocales de primer nivel, así como del organista británico Christopher Bowers-Broadbent.

A su vez, la familiaridad con el trabajo de The Hilliard Ensemble me permitió conocer también el trabajo que Jan Garbarek, un excelente compositor e intérprete noruego de jazz, hizo con The Hilliard Ensemble para reinterpretar algunos de los cantos gregorianos más conocidos con el apoyo de distintos tipos de saxófonos, en lugar del tradicional órgano, así como para familiarizarme con algunas de las interpretaciones de The Hilliard Ensemble y The Theatre of Voices de música de los periodos gótico y barroco, además del tratamiento que hacen de distintos cantos gregorianos.


Como resultado de esta colaboración, ECM dio a conocer Officium, uno de sus más sonados éxitos y, más adelante, Mnemosinye. En ambos, Garbarek ejecuta varios saxófonos, mientras los cuatro intérpretes de The Hilliard Ensemble despliegan la calidad prístina de sus voces y su conocimiento de las tradiciones musiciales del Occidente cristiano.

The Hilliard Ensemble es una agrupación musical británica que, además de la calidad de sus interpretaciones, destaca por el trabajo que Paul Hillier hace de investigación documental para rescatar partituras perdidas en la inmensidad de las bibliotecas nacionales de distintos países europeos o en las de pequeñas abadías y monasterios de distintas regiones de Europa.

De una de esas abadías es de donde se empezaron a rescatar, a principios de los sesenta, las obras de una monja maravillosa, la beata Hildegard von Bingen; una suerte de sor Juana Inés de la Cruz de la música gregoriana, cuya obra se ha convertido en el patrimonio de distintos grupos que van desde las feministas radicales que reivindican el carácter femenino de sus composiciones y de la teología que las acompaña, hasta de quienes, desde la Iglesia la presentan como un ejemplo a seguir para las religiosas en el siglo XXI.

El conocimiento de las obras de The Hilliard Ensemble me ayudó, también, a entrar en contacto con los trabajos de otros autores europeos contemporáneos, como Oliver Messiaen y a escuchar interpretaciones menos convencionales, más actuales de, por ejemplo, Las Cantatas de Johan Sebastian Bach.

En general, en México, las tiendas de música Mix-Up tienden a contar con materiales de la mayoría de estos compositores e intérpretes. También es posible encontrar muestras de la música de cada uno de ellos en la red al correr búsquedas en Google o Yahoo.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

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