martes, 17 de febrero de 2009

Stephen Kim Sou-hwan, 1922-2009



Este lunes 16 de febrero, mientras a lo largo de todo el mundo crece y crece el número de personas que han perdido su empleo, en Seúl, Corea del Sur, el cardenal Stephen Kim Sou-hwan murió.

Más allá de que la muerte de cualquier persona, católico o no, laico o cardenal, merece atención y respeto, la del cardenal y arzobispo emérito de Seúl es particularmente interesante para el momento que vive la humanidad porque Sou-hwan fue una de las pocas, muy pocas voces, que se levantó contra la dictadura militar que, impuesta por el gobierno de Estados Unidos, controló los destinos de Corea del Sur desde mediados de los sesenta hasta finales de los ochenta.

Ello no sería interesante de destacar si no fuera porque, a diferencia de lo que ocurrió con las dictaduras promovidas por Estados Unidos en Filipinas y América Central y del Sur en ese mismo periodo, en el caso de la dictadura surcoreana estamos hablando de un modelo económico altamente eficaz que convirtió a su país en una de las principales potencias mundiales durante la última década del siglo XX y la primera del actual.

A pesar de ello, a pesar de los "buenos números" de la dictadura militar de Corea del Sur, el cardenal Kim Sou-hwan fue siempre la "voz que clama en el desierto," la voz que recordaba a los militares y a sus aliados en las grandes empresas estadunidenses y surcoreanas que, por encima de esos "buenos números" estaban la dignidad de las personas humanas y el conjunto de los derechos humanos.

No en balde, en más de una ocasión, durante las décadas de los setenta y ochenta, la catedral de Seúl se convirtió en el santurario protector de los disidentes que luchaban por hacer de Corea del Sur una democracia, y su titular, el cardenal Kim Sou-hwan, su más decidido defensor.

En más de una ocasión, en aquellos años turbulentos, el cardenal Kim Sou-hwan, imbuido por los principios y las intuiciones de la doctrina social de la Iglesia, alzó su voz y estuvo en la primera línea de la crítica a los excesos de los militares de su país y de la lucha por la plena democratización del más exitoso de los tigres asiáticos.

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Como con muchos de los presbíteros promovidos a la dignidad del episcopado por Pablo VI durante la década de los sesenta, el cardenal Kim Sou-hwan no dudaba en salir en salir de la sacristía a promover, de manera activa, con sus actos cotidianos, acciones que tradujeran en hechos concretos las convicciones del catolicismo en el ámbito de lo social y lo político.

No sólo eso. Consciente, como pocos, de los excesos que la paronoía producida por la Guerra Fría provocaba en su propia nación y en otros países, el cardenal Sou-hwan--el primer coreano creado cardenal en la historia de la Iglesia--no dudaba en romper con la lógica propia de la Guerra Fría.

Esta lógica, en más de una ocasión, justificaba en nombre de la lucha y el combate contra el comunismo cualquier exceso o violación de los derechos humanos de los gobiernos de las naciones aliadas de Estados Unidos que, a diferencia del gobierno estadunidense, en muchas ocasiones eran producto de golpes militares de Estado (como en Corea del Sur o Chile) o de fraudes electorales (como en Filipinas) que, tramposamente, trataban de construir la falsa legitimidad de un régimen democrático.

En este sentido, el cardenal Sou-hwan hizo de la educación cívica y política una parte integral de su ministerio como pastor de buena parte de los cerca de cinco millones de católicos coreanos, así como de los varios cientos de miles de católicos coreanos y descendientes de coreanos que viven en distintas ciudades de Estados Unidos y Canadá, a quienes hábilmente integró como parte de una estrategia muy amplia para desacreditar, en Estados Unidos mismo, a la dictadura militar sudcoreana.

Esto es más importante en contextos como los actuales en los que la doctrina social de la Iglesia debe enfrentarse, una vez más, a su primer y más importante adversario: el capitalismo.

No está por demás recordar que la Iglesia y, de manera más específica, la doctrina social, vivieron durante varios siglos en constante tensión tanto contra el capitalismo, por sus excesos y abusos de los más pobres, como contra el socialismo y el comunismo en sus distintas variedades, no sólo y no tanto por su carácter utópico a veces o ateo en otras ocasiones, sino porque ambos--en general--proponen soluciones que desconocen derechos fundamentales, además de que reniegan de la libertad.

Fue sólo después de la segunda Guerra Mundial cuando, dominados en buena medida por la paranoia anticomunista exportada a todo el mundo por el gobierno de Estados Unidos, que amplios sectores de la Iglesia privilegiaron la crítica a distintas variedades del socialismo por sobre la crítica a los excesos del capitalismo.

Sin embargo, en el caso del cardenal Kim Sou-hwan quedaba claro que la prosperidad que el capitalismo creado por la dictadura militar de su país no justificaba la violación cotidiana y sistemática de los derechos humanos y la negación de los derechos políticos básicos.

De ahí que se convirtiera en una de las voces críticas de la dictadura militar pro-estadunidense que gobernó Corea del Sur desde la década de los sesenta y hasta finales de los ochenta y que ahora que ha fallecido, representantes de los distintos partidos políticos sudcoreanos expresaran su sentir por la desaparición de un personaje fundamental para comprender la Corea del Sur de nuestros días y lo fue, por cierto, sin que el catolicismo sea en ese país una religión mayoritaria o masiva. Muy por el contrario.

En este sentido, el cardenal Kim Sou-hwan se encontraba en las antípodas de otro purpurado asiático, el cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuan quien padeció los excesos de la dictadura prosoviética que, más o menos en el mismo periodo, dirigió los destinos de Vietnam, la otra nación asiática que se convirtió en uno de los escenarios privilegiados de la Guerra Fría.

Esto es algo que tenemos que considerar ahora que el capitalismo, dejado a sus propios impulsos, ha llevado a cientos de miles de personas en todo el mundo y a sus familias, a una situación que amenaza con socavar no sólo las bases del modelo de intercambios comerciales y financieros de la post-guerra fría creado por la Organización Mundial de Comercio, sino que amenaza con hacer inviables a naciones enteras.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

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