martes, 3 de febrero de 2009

Tormentas tradicionalistas

En fechas recientes, a la par de la información sobre los devastadores efectos de la crisis global que amenaza con convertirse en la peor de su tipo desde aquella de 1929, las páginas de Internet de distintos medios de comunicación del mundo se llenaron también con información sobre la decisión del Papa Benedicto XVI de levantar la excomunión que pesaba sobre algunos miembros de la Sociedad de San Pío X (SSPX) quienes fueron ordenados obispos en 1988, sin la autorización del entonces Papa Juan Pablo II.

Unas horas después, gracias a las dinámicas propias de la comunicación en nuestros días, las reacciones a esa decisión de Benedicto XVI se confundieron con las reacciones, más virulentas aún, al hecho que uno de esos personajes, recientemente reincorporados a la comunión con la Iglesia y el Santo Padre, se había distinguido—entre otras cosas—por promover una visión del mundo y de la historia reciente poco informada y obsesionada con teorías de conspiración.

Los cuatro personajes reincorporados a la comunión con el sucesor de Pedro son el actual superior de la SSPX, Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Alfonso del Galarreta y Richard Williamson. Todos ellos fueron consagrados como uno de los últimos actos públicos de las vidas de los ya fallecidos Marcel Lefebvre y Antonio de Castro Mayer, dirigentes de dos movimientos fundamentalistas en el seno de la Iglesia católica.

Marcel Lefebvre, el más conocido de los dos, creó ya en la década de los sesenta, la SSPX, organización de la que, andado el tiempo, se separarían grupos crecientemente radicales y fundamentalistas como la minúscula Sociedad de San Pío V y otros más que han llevado a sus conclusiones lógicas e inevitables muchos de los supuestos en los que Marcel Lefebvre “justificó” su decisión de operar lo que en los hechos, y a pesar de la reciente reincorporación, fue un cisma.

De Castro Mayer, creó en su diócesis de Campos, en Brasil, el movimiento Tradiçao (Tradición, no confundir con Tradición, Familia y Propiedad, otro movimiento brasileño mucho más radical) y, dadas sus diferencias con la Santa Sede, se acercó a Lefebvre para celebrar las ordenaciones de 1988 (y otras más), pero las diferencias con Tradiçao (que posteriormente cambió su nombra a Unión de san Juan María Vianney) se resolvieron más fácilmente, de manera que desde 2002 formaron la Administración Apostólica Personal de san Juan María Vianney (http://www.adapostolica.org/), que está limitada a la diócesis de Campos en Brasil y se encuentra, desde el 2002, en plena comunión con la Iglesia.

La situación con la SSPX ha sido diferente, no sólo cuentan con muchos más recursos que los que Tradiçao ha contado en cualquier momento de su historia, sino que desarrollaron estructuras mucho más organizadas y eficaces, montadas en una doble dinámica de desconfianza de lo que el Concilio Vaticano II y los papas Pablo VI y Juan Pablo II habían hecho a partir del legado del Concilio y de las incertidumbres que genera en cualquier persona la vida cotidiana, especialmente en tiempos como los que vivimos ahora.

Montados en esta doble lógica, los seguidores de Lefebvre lograron crear y mantener un movimiento limitado en número, con alcance en algunas de las regiones de influencia del catolicismo a escala global (Europa, América Latina y América del Norte) que, como ya se señaló, dio pie, por la propia naturaleza de sus planteamientos, a reacciones cada vez más radicales, como la de los miembros de la Sociedad de San Pío V y otros que llevan los planteamientos del lefebvrismo a una de sus posibles conclusiones lógicas, que es la del sedevacantismo, es decir, la idea según la cual la Santa Sede, desde la muerte de Juan XXIII está desierta, esta vacante y que quienes la han ocupado desde entonces (Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI), son impostores.

Es cierto que en fechas recientes, después de mucho trabajo de acercamiento—entre otros del entonces cardenal Joseph Ratzinger—la SSPX se cuida mucho de no permitir que se le vincule con quienes postulan el sedevacantismo, pero lo que es un hecho es que, si como ellos insinúan, los cambios traídos por el Concilio Vaticano II fueron un error, no tendríamos por qué detenernos en la crítica de la reforma litúrgica promovida por Pablo VI, sino que tendríamos que negar cualquier cambio y meter a la Iglesia en su conjunto en la congeladora del Concilio de Trento.

Atrio no es un espacio en el que primariamente me interese polemizar en torno a este u otros asuntos. Anteriormente, en el contexto de otras discusiones, publiqué en México desde fuera, varios materiales en los que discutí con el autor de otra bitácora sobre estos temas, creo que a quienes les interese este tema podría ayudarles revisar esos materiales en México desde fuera.

Lo que es un hecho que no conviene perder de vista es que el escándalo que siguió a la decisión de la Santa Sede de readmitir en la comunión con la Iglesia a los cuatro obispos ordenados por Lefebvre y Castro en 1988 (sin la autorización de la Santa Sede), nunca debió interpretarse como una restauración. En todo caso se les readmitió a la comunión con la Santa Sede.

El problema, me parece, es que desde el primer día prevalecieron en los medios de comunicación internacionales, especialmente en los de habla inglesa una interpretación pobre de la decisión de readmitir a los, hasta entonces, obispos cismáticos.

Fue así que, por ejemplo, The New York Times y muchos otros diarios de Estados Unidos, presentaron la nota en estos términos:

Pope reinstates four excommunicated bishops
VATICAN CITY — Pope Benedict XVI, reaching out to the far-right of the Roman Catholic Church, revoked the excommunications of four schismatic bishops on Saturday, including one whose comments denying the Holocaust have provoked outrage.
The decision provided fresh fuel for critics who charge that Benedict’s four-year-old papacy has increasingly moved in line with traditionalists who are hostile to the sweeping reforms of the Second Vatican Council in the 1960s that sought to create a more modern and open church.

Que, según mi traducción, dice:

El papa reinstala a cuatro obispos excomulgados
Ciudad del Vaticano—El papa Benedicto XVI, en un esfuerzo de acercamiento con la extrema derecha de la Iglesia católica, revocó este sábado (24 de junio) las excomuniones de cuatro obispos cismáticos, incluido uno cuyos comentarios de negación del holocausto han provocado enojo.
La decisión atizó las críticas de quienes acusan al papado de cuatro años de Benedicto de alinearse crecientemente con los tradicionalistas hostiles a las amplias reformas promovidas por el Concilio Vaticano segundo en la década de los sesenta que buscaban crear una iglesia más moderna y abierta.

El problema de fondo inicia desde el momento mismo que se habla de reinstalar. Reinstate en inglés, según el diccionario Merriam-Webster tendría que traducirse como (1) colocar de nuevo (en posesión o en una antigua posición) y (2) restaurar a un efectivo estado previo. En este sentido, es importante destacar—como lo hizo en fechas recientes el cardenal Christoph Schönborn quien, en una entrevista de TV con la cadena austriaca ORF ZIB 2, que no había ocurrido tal reinstalación.

En la entrevista, Schönborn introduce una distinción fundamental para comprender la decisión de Benedicto XVI. Esta distinción es entre “la intención del papa” de tender la mano a los miembros de la SSPX y la “política de información del Vaticano.”

La distinción es importante en la medida que Benedicto XVI, incluso antes de la tormenta mediática, no reinstaló a los, hasta entonces, obispos cismáticos, pues ellos nunca ejercieron cargos en la estructura de la Iglesia, más allá de haber sido presbíteros; simplemente los reintegró a la comunión con la Iglesia y con él mismo. No hubo una ratificación de su condición como obispos, ni se les otorgó el cuidado pastoral de una diócesis, ni queda claro qué papel tendrán, si lo tienen en una futura SSPX reintegrada a la comunión con Roma.

El problema de la SSPX, me parece, es que se encuentra ahora envalentonada, en una posición que parecería ser de fuerza, pues obviamente gustan de jugar el juego de las víctimas tanto de los medios de comunicación (que objetivamente fueron incapaces de comprender el alcance de la decisión de Benedicto XVI), como—sobre todo—el papel de víctimas de los “liberales” dentro de la Iglesia, a quienes culpan de todo lo malo que ha ocurrido en el mundo y en la Iglesia desde la celebración del Vaticano II.

Tanto así que, uno de sus obispos, Bernard Tissier de Mallerais declaró, el uno de febrero, al diario La Stampa de Italia que será la Santa Sede y no ellos quien cambie su posición en lo que hace al Concilio Vaticano II.

La situación, que nunca debió derivar en lo que actualmente es, amenaza con empeorar por varios factores. Por una parte, distintos grupos judíos en Europa y Estados Unidos, han expresado su enojo ante la situación. En este sentido, además de la ruptura de distintas formas de diálogo judeo-católico, hay quienes en el seno del gobierno de Israel tratan de aprovechar la situación para que el mundo se olvide de la guerra de agresión que recientemente lanzaron contra la franja de Gaza, al amenazar con romper relaciones con la Santa Sede.

Por la otra, grupos de católicos tradicionalistas, rápidamente quieren presentarse a sí mismos y al obispo negacionista Richard Williamson como víctimas de una conspiración internacional en su contra.

Williamson mismo dio pie a ello cuando emitió un comunicado, más bien hipócrita, en el que expresaba a Benedicto XVI su tristeza por la reacción de los medios, pero no por sus propias declaraciones tanto acerca del holocausto (el hecho que niega que las cámaras de gases de los campos de concentración nazis hayan servido para lo que todos sabemos que servían), como del número de personas que murieron (300 mil y no los seis millones que se calcula que murieron). Por si fuera poco, Williamson considera que los ataques del once de septiembre de 2001 fueron orquestado por el propio gobierno de Estados Unidos.

No sólo eso, el gobierno alemán ha intervenido presionado por el hecho que el negacionismo, es decir, negar que el holocausto ocurrió en Europa entre 1936 y 1945, es un delito y por el hecho que Benedicto XVI nunca renunció a su ciudadanía alemana, lo que lo haría potencialmente responsable por las afirmaciones que Williamson ha hecho y por las que pudiera hacer en el futuro a propósito de estos temas, pues formalmente Williamson es ahora un subordinado de Benedicto XVI.

Esto es más grave en el actual contexto alemán y europeo, porque épocas de crisis como las que vivimos en la actualidad son el caldo de cultivo ideal para la emergencia y/o consolidación de grupos nativistas (grupos que creen en la supremacía de los nacidos en un cierto lugar) y, de manera más general, para grupos que postulan algún tipo de supremacía étnica.

Es cierto, el problema ya no son los más bien minúsculos grupos de judíos que viven en territorio alemán, son—en cambio—los millones de personas que viven en distintos países de Europa. No está por demás recordar, por si fuera poco, que tanto en Alemania como en otros países de Europa en la actualidad hay un resurgimiento de grupos nazi-fascistas de distinto origen y que, en este sentido, la reacción de la canciller alemana Angela Merkel tiene que verse también desde la lógica de la política (y la legislación) interior alemana.

Finalmente, está la tormenta que objetivamente ocurre en el seno de la Iglesia, especialmente en Europa, en la actualidad. La tormenta tiene que ver con varios problemas no resueltos. Por una parte, luego del gesto de la Santa Sede de levantar la excomunión ¿qué harán, si es que lo hacen, los miembros de la SSPX para acercarse a Roma? ¿aceptarán en todos sus términos el Concilio Vaticano II? ¿Tratarán de “convertir a Roma,” como lo señaló Tissier de Mallerais? ¿de qué manera se ubicará en la estructura de la Iglesia a la SSPX? No sólo eso, ¿qué se hará, en particular, con el obispo Williamson?

Las próximas semanas serán el escenario en el que las respuestas a estas y otras preguntas se desplieguen. Lo que sería importante lograr es que este zafarrancho provocado por la ignorancia de la prensa comercial, pero también por la intransigencia y cerrazón del tradicionalismo lefebvrista, no lastime más la unidad de la Iglesia.

Actualización del 4 de febrero de 2009

Este miércoles, la Secretaría de Estado de la Santa Sede emitió un comunicado en el que señala, entre otras cosas:
Le posizioni di Mons. Williamson sulla Shoah sono assolutamente inaccettabili e fermamente rifiutate dal Santo Padre, come Egli stesso ha rimarcato il 28 gennaio scorso quando, riferendosi a quell’efferato genocidio, ha ribadito la Sua piena e indiscutibile solidarietà con i nostri Fratelli destinatari della Prima Alleanza, e ha affermato che la memoria di quel terribile genocidio deve indurre "l’umanità a riflettere sulla imprevedibile potenza del male quando conquista il cuore dell’uomo", aggiungendo che la Shoah resta "per tutti monito contro l’oblio, contro la negazione o il riduzionismo, perché la violenza fatta contro un solo essere umano è violenza contro tutti".
Il Vescovo Williamson, per una ammissione a funzioni episcopali nella Chiesa dovrà anche prendere in modo assolutamente inequivocabile e pubblico le distanze dalle sue posizioni riguardanti la Shoah, non conosciute dal Santo Padre nel momento della remissione della scomunica.

Que, según mi traducción, dice:
Las posiciones de mons. Williamson sobre la Shoah son absolutamente inaceptables y han sido firmemente rechazadas por el Santo Padre, como él mismo ha enfatizado el 28 de enero pasado cuando, al referirse a ese genocidio ha expresado su pena e indiscutible solidaridad con nuestros hermanos de la primera Alianza y ha afirmado que la memoria de aquel terrible genocidio debe llevar a "la humanidad a reflexionar sobre el imprevisible poder del mal cuando conquista el corazón del hombre," y agregó que la Shoah está ahí como un recuerdo "contra el olvido, contra la negación o el reduccionismo, porque la violencia dirigida contra un solo ser humano es violencia cometida contra todos."
El obispo Williamson, para ser admitido a la función episcopal en la Iglesia debere también tomar distancia de manera pública y absolutamente inequívoca de sus posiciones en torno a la Shoah, las cuales no eran conocidas por el Santo Padre en el momento en que se eliminó la excomunión. (Traducción no oficial de Rodolfo Soriano-Núñez).
Es claro que la iniciativa corresponde ahora a Williamson y/o a la SSPX.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

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