lunes, 27 de octubre de 2008

La hermana Emmanuelle, tesoro desconocido en México


Este 20 de octubre, hace una semana justamente, falleció en Francia la hermana Emmanuelle, un personaje del que poco se sabe en México. Ella era una religiosa que había dedicado buena parte de su vida, falleció a los 99 años, a velar por las necesidades de niñas y niños pobres en las ciudades perdidas y los tugurios de Estambul, Turquía y El Cairo, Egipto.

En Francia, en Bélgica, donde ella nació en 1908 como Madeleine Cinquin, y en Egipto, la hermana Emmanuelle era considerada una celebridad: Gran Comandante (2002) y Gran Oficial (2008) de la Legión de Honor francesa (el más alto honor al que puede aspirar un ciudadano francés) y Gran Oficial (2005) de la Orden de la Corona, y ciudadana egipicia honoraria (1991) por el trabajo que realizó para hacer consciente a la más bien comodona sociedad europea de los efectos devastadores de la exclusión social en las ciudades europeas y en los países de la cuenca del Mediterráneo.

Su voz, a pesar de la fragilidad que le caracterizaba, fue suficiente para que Jacques Chirac reconociera en su campaña presidencial de 1995 la necesidad de hacerle frente al problema de la exclusión social en Francia.

Como en el caso de la madre Teresa de Calcuta, la madre Emmanuelle, se ganó a pulso esos reconocimientos y esa influencia en sociedades tan laicizadas como la francesa o tan musulmanas como la egipcia; hay que recordar aquí que algunos de los más radicales proponentes del Islam militante han encontrado refugio en las calles de El Cairo desde hace ya varias décadas.

No fue el resultado de concesiones graciosas de los políticos ni el resultado de negociaciones, públicas o privadas, entre los obispos franceses, belgas o egipcios y sus respectivos, gobiernos. Por el contrario, fue el producto de una centenaria experiencia de servicio constante a la Iglesia, a las sociedades en las que ella se encontraba y, de manera más general, al género humano.

La suya fue, además, como en el caso de Teresa de Calcuta, una voz particularmente molesta para quienes le apostaban al silencio o al olvido como estrategia para hacerle frente a los problemas de las naciones en las que prestó distintos tipos de servicios.

La madre Emmanuelle empezó su labor en el peor momento de la crisis financiera de finales de los veinte y principios de los treinta, profesó sus votos en 1931, dos años después del desplome de las bolsas del mundo en 1929, y a partir de ese momento y, prácticamente hasta su muerte, hizo de su vida un ejercicio didáctico constante.

Primero, como profesora en Estambul, donde las condiciones le hicieron contraer la tifoidea, lo que hizo que fuera enviada a Túnez, en aquel entonces una colonia francesa. Se mantuvo ahí hasta que ese país logró, luego de una sangrienta guerra, su independencia. El cambio no le sentó bien a la hermana, como a muchos otros franceses de su época que consideraban a Túnez y a Argelia como partes integrales del territorio francés, y quedó sumida en una profunda depresión de la que salió al regresar a estudiar Letras a la Sorbona en París.

De ahí, regresó brevemente a Estambul en 1959, y luego de breves encargos en distintos puntos del Mediterráneo, la hermana Emmanuelle llegó a Egipto en 1964, donde tuvo la oportunidad de enfrentar los efectos de la exclusión social, de la pobreza y la marginación y la manera en que estas realidades golpean más a las niñas y mujeres jóvenes egipcias.

No sólo eso, a partir de 1971--cuando formalmente le correspondía retirarse--y a pesar de una serie de trabas burocráticas y políticas, decide seguir el ejemplo de san Damián de Molokai (un misionero belga que se dedicó a atender a los leprosos de Hawaii en el siglo XIX) y opta por dedicarse a atender a los más pobres residentes de las ciudades perdidas de las afueras de El Cairo, muchos de los cuales sufren por los efectos de la lepra.

Como siempre sucede en estos casos, la obra de la hermana Emmanuelle no hubiera podido hacerse realidad si ella estuviera sola. A su lado estuvieron, ya desde principios de los setenta, obispos, sacerdotes y religiosas de la Iglesia ortodoxa copta, como la hermana Sarah Ayoub Ghattas, quien en ese entonces era la superior de la orden de las Hijas de María de Béni-Souef, así como el obispo local, Atanasios.

Ya para 1982, la obra social de la hermana Emmanuelle beneficia de una u otra manera a más de 23 mil personas, entre los más pobres de El Cairo. A pesar de su edad ya avanzada para ese entonces, ella continúa con su obra, que además crece hacia el sur, en Sudán, en las ciudades perdidas de Kartum.

El impacto de sus afanes es tal, ya hacia finales de los ochenta y principios de los noventa, que el gobierno de Hosni Mubarak reconoce en 1991 sus méritos y le concede la ciudadanía egipcia, como un reconocimiento a una labor que ya para entonces cumplía más de veinte años y que, además, había detonado una serie de iniciativas en distintos países de Europa.

En efecto, el ejemplo de la madre Emmanuelle fue ya desde finales de los setenta suficientemente poderoso como para que un buen número de personas en Francia, Bélgica, Suiza y otros países francófonos se organizaran y apoyaran las actividades que ella realizó en Egipto y Sudán.

Es el caso de la Asociación Suiza de Amigos de la Hermana Emmanuelle (ASASE), Los Amigos de la Hermana Emmanuelle (Bélgica) y la ASMAE-Asociación Hermana Emmanuelle (Francia). Cada una de estas agrupaciones seguramente servirán para preservar la obra de la hermana Emmanuelle y para garantizar que los empeños que la caracterizaron no sean en vano.

El valor de sus contribuciones fue reconocido incluso por los siempre veleidosos medios de comunicación franceses. Le Figaro, por ejemplo, publicó al día siguiente de su muerte un dossier dedicado a la religiosa franco-belga-egipcia, que está disponible en su edición en línea. Otros medios dedicaron distintos espacios a comentar tanto su muerte, como el alcance del trabajo realizado por ella.

No en balde, la venerable catedral de Notre Dame en París abrió sus puertas para recibir a miles de personas interesadas en participar de las exequias de la hermana Emmanuelle. Ahí estuvieron Nicolás Sarkozy y su esposa Carla Bruni, el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, el expresidente Jacques Chirac, así como Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995, uno de los arquitectos de la actual Unión Europea, así como religiosas de distintas órdenes que comparten los afanes que ocuparon la vida de la hermana Emmanuelle.

Un rasgo que no puede perderse de vista al considerar la vida y la obra de esta religiosa es el interés que puso en plasmar sus ideas por escrito al ser autora o coautora de un total de 17 libros.

Algo que no puedo evitar preguntarme al escribir estas líneas es ¿quiénes son las Teresa de Calcuta y las hermanas Emmanuelle de México y América Latina? Estoy seguro que hay miles de religiosas de las distintas órdenes que dedican su vida a ofrecer un testimonio que sería útil dar a conocer y apreciar en todo su valor.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 20 de octubre de 2008

Violencia y tejido social en México

Esta semana, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana invita, a sus amigos y al público interesado, a participar de una serie de reflexiones sobre la violencia que padecemos en el país y las consecuencias que este padecimiento tiene para la vida de todos nosotros.

He sido invitado junto con otras cinco personas a ofrecer algunas ideas acerca de la situación que vive el país y, de manera más particular, acerca de la vinculación que tiene esta violencia que a todos nos afecta con la descomposición del tejido social en México.

No podría estar más emocionado, pues aún cuando el tema está lejos de ser de mis favoritos—creo que hay muchas cosas mucho más interesantes que discutir y comentar que la violencia—también creo que es responsabilidad de todos nosotros hacernos conscientes de los vínculos profundos de esta crisis que vivimos por la violencia, con la más añeja y más dolorosa crisis que ha afectado a México desde hace cerca de 30 años, es decir, la crisis de la economía y los mercados nacionales.

Se trata de la crisis que ha hecho que repunten, a pesar de las ganancias observadas en otros ámbitos, los indicadores de la iniquidad en la distribución del ingreso entre todos los mexicanos.

Esa es, a mi modo de ver, la razón fundamental de los problemas que vemos en la actualidad. Es cierto, el país ha avanzado mucho en los 15 años en términos del combate a las formas más inhumanas de pobreza.

Es cierto, también que distintos programas sociales tanto del gobierno federal como de los gobiernos estatales y de algunos gobiernos municipales están orientados a resolver algunos de los problemas más graves que afecta el país, pero también tenemos que reconocer que, por ejemplo, en el caso del Índice de Desarrollo Humano, calculado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el peso fundamental del índice (el 65 por ciento de su peso), depende del ingreso que las personas reciben, mientras que el resto se divide entre los componentes de salud y educación.

Y aún cuando no hay duda que hay distintos programas del gobierno federal y de los gobiernos estatales que objetivamente tienen un impacto directo en el ingreso de las personas, este impacto es limitado tanto en las cantidades que se entregan a los beneficiarios como en el número de personas que los reciben.

Tampoco puede negarse que hay otros impactos igualmente positivos en el ámbito de la educación y la salud, pero es un hecho también que esos logros impactan menos al desempeño del IDH, además de que la capacidad del gobierno federal para tener un impacto más directo en la variable ingreso es muy limitada.

Esto ocurre, por una parte, por las restricciones financieras que ahogan al estado ya desde mediados de los noventa, época en que se transfiere la deuda del Fondo Bancario de Protección al Ahorro y en la que se crearon, de igual modo, los Piridiregas, esos instrumentos engaños de deuda pública que han servido para financiar el funcionamiento de Pemex mientras se resuelve el problema más grave de la sobretasa de impuestos que la petrolera mexicana paga.

Por otra parte, y no podemos dejar de señalarlo, se ve limitada también por las limitaciones que el gobierno federal enfrenta para recaudar, especialmente entre los grupos de más altos ingresos de mexicanos.

Lo que ha terminado por ocurrir es que varias generaciones de jóvenes mexicanos egresan de los sistemas de educación, públicos y privados del país, para enfrentarse una situación brutal de subempleo sistemático, de inseguridad en los pocos empleos que se crean (después de todo se alientan las contrataciones por honorarios como esquema para eludir el pago de la seguridad social y otros impuestos.

No en balde, los estados más pobres de la República se han convertido también en algunos de los estados más violentos y que más efectivos aportan a las distintas fuerzas del narcotráfico, el secuestro y otras variedades del crimen organizado.

La situación es todavía más difícil porque la Iglesia no ha logrado reproducir con éxito modelos de formación de los fieles vigentes en otras épocas, como la Acción Católica, pero tampoco ha logrado darle forma a nuevos modelos de formación de los niños y los jóvenes católicos que permitan ofrecer ese superávit de confianza y esperanza que ofrece el catolicismo.

Por si fuera poco, la situación se agrava al considerar el fracaso del modelo educativo vigente en México, dominado por los intereses de un sindicalismo recalcitrante e irresponsable, que no duda en sumirse en una vorágine de mentiras y contradicciones para lavarle el rostro a una líder que recuerda cada día más a los viejos caciques de la política mexicana.

De estos y otros asuntos relacionados con la descomposición del tejido social y la violencia en México vamos a hablar este miércoles 22. Mañana martes 21 empieza el ciclo con la participación de don Lorenzo Servitje y el jueves 23 lo hará el padre Mario Ángel Flores.

Ojala nos veamos en la sede de IMDOSOC en Pedro Luís Ogazón 56, colonia Guadalupe Inn. Las participaciones inician a las 7 de la noche.

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 13 de octubre de 2008

Una de cine

Una actividad humana en la que las convicciones religiosas no dejan de hacerse presentes de distintas maneras es el del cine. De distintas maneras, a veces casi de contrabando, es posible identificar posiciones, puntos de vista, incluso tradiciones de pensamiento religioso en las obras de distintos directores y guionistas.

Es cierto, no todos van a realizar el tipo de trabajos que Pier Paolo Pasolini hacía en Italia a mediados de los sesenta con La Pasión según San Mateo (1964) para tratar de conmover la conciencia de la sociedad europea de la época, pero es claro que, por ejemplo, en las obras que Guillermo del Toro ha realizado a lo largo de su fructífera carrera hay todo tipo de referencias a lo cristiano y, de manera más específica, a lo católico, como cuando la conversión de Hellboy (2004) es marcada, incluso físicamente en la manos del personaje, por su aceptación de la cruz de un rosario.

Las cintas que presento aquí no pretenden ser una lista exhaustiva. Es, en el mejor de los casos, un recuento impresionista de algunas de las cintas que me llaman la atención por el interés que ponen en presentar las convicciones religiosas de sus protagonistas como un tema fundamental de la trama.

La primera cinta, Bruce almighty (El todopoderoso, 2003 de Tom Shadyac) es una comedia protagonizada por Jim Carrey (Bruce Nolan), en la que las blasfemias de Nolan, un periodista, mueven a Dios a “concederle” todos sus poderes.

Obviamente, el sujeto en cuestión provoca todo tipo de cataclismos en su ciudad natal y Dios, interpretado por Morgan Freeman, se ve obligado a restablecer el orden necesario. La cinta es interesante no sólo por los errores que Nolan comete (hace, por ejemplo, que todos los que le piden ganar la lotería la ganen), sino que también aborda de manera muy interesante el tema del libre albedrío.

Una que no puedo evitar mencionar en mis clases de distintas materias y que es mucho más profunda y reveladora de las contradicciones profundas que marcan nuestro desempeño como católicos es The Mission (La misión, 1986 de Roland Joffé).

Como todos sabemos es la historia conmovedora de la resistencia de comunidades de guaraníes ante el acoso de los súbditos de las coronas española y portuguesa cuando, luego de la guerra de Sucesión (1701-1714), Inglaterra forzó una redistribución de los territorios americanos y europeos de España, Francia, Portugal, Holanda y la propia Inglaterra.

La cinta no sólo es valiosa por su capacidad para reproducir la carnicería perpetrada por los católicos hacendados españoles y portugueses, sino porque revela como en un libro abierto algunas de las tensiones que marcan a la Iglesia católica en su relación con las sociedades a las que trata de servir y con los poderes civiles que gobiernan esas sociedades.

Otra que aborda también el problema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado y, sobre todo, el tema más significativo de las respuestas individuales que los católicos podemos dar o no a los dilemas planteados por esas relaciones es A man for all seasons (Un hombre de dos reinos, 1966, Fred Zinnemann).

La traducción del título al español es aberrante porque hace que se pierda de vista la cualidad de Tomás Moro que hizo que la Iglesia lo canonizara y que resultó suficientemente atractiva para Hollywood a mediados de los sesenta, que es la de su imperturbable lealtad a los principios del Evangelio y su indisposición, en ese sentido, a ser ese “hombre de dos reinos” del que habla el título en español.

La presencia en el reparto de Paul Scofield como Tomás Moro y, sobre todo, de Orson Welles como el Cardenal Wolsey, la hacen más atractiva para mí, pero incluso sin esas adiciones, el libreto de Robert Bolt es sorprendentemente contemporáneo y resuena con muchos de los temas que los católicos ahora observamos a través del filtro de la doctrina social cristiana.

No sólo eso, a diferencia de muchas producciones contemporáneas que abordan temas históricos, como Roma de HBO o Los Tudor de Showtime, los cineastas británicos de la década de los sesenta no estaban obsesionados con la reproducción del ambiente o del vestuario, sino con la fidelidad a los ideales que se ven representados en la actuación.

Algo similar puede decirse de Beckett (1964, Peter Glenville), que narra la historia de la relación entre Thomas à Becket, interpretado por Richard Burton, y el rey Enrique II, interpretado por Peter O’Toole. Esta es, por cierto, una historia fundamental para comprender los desencuentros entre la Iglesia y el Estado en Europa y América Latina en los últimos ocho siglos.

La historia, resumida groseramente, se centra en Becket, quien fuera en otras épocas compañero de juergas del rey y su nombramiento como obispo.

El rey, como suele suceder en estos casos, le apostaba a que Becket se convertiría en un dócil lacayo con tiara, pero no ocurre así. Becket al ser ordenado arzobispo de Canterbury (era un diácono antes del nombramiento) se toma muy en serio su papel como pastor y termina muerto.

Una vez más, lo que le falta a la producción en términos del realismo de producciones como Roma o Los Tudor, lo gana por el cuidado que Glenville pone a la dirección.

Cualquier listado de cintas está incompleta sin una buena película francesa y en este sentido yo propongo Les sept péchés capitaux (1962, Los siete pecados capitales, Claude Chabrol entre otros).

La cinta, como era frecuente en los sesenta en Italia, Francia, México y otros países, es una colaboración de distintos directores y guionistas que abordan, a partir de las intuiciones propias de principios de los sesenta, este tema muy medioeval de los pecados capitales con resultados muy interesantes.

No sólo eso, en el reparto están muchos de los mejores actores, hombres y mujeres de Francia en la década de los sesenta, como Jean Louis Trintignant.

Las siete historias han perdido alguna de su actualidad, obviamente los humanos sabemos cómo complicarnos la vida al refinar nuestras maneras de pecar, pero la fotografía y las actuaciones son de primera.

Una cinta inevitable para mi es Nazarín (1959, Luís Buñuel). Material frecuentemente presentado por las cadenas de TV mexicanas en las cercanías de la Semana Santa, ofrece una visión dolorosa, difícil, pero al mismo tiempo profundamente esperanzadora del compromiso que los cristianos tenemos que asumir, y aún cuando las actuaciones de Marga López y Rita Macedo pasan de lo obvio a lo pegajoso, las de Francisco Rabal e Ignacio López Tarso son justo lo que el libreto de Julio Alejandro y Buñuel necesitaba.

Otra igualmente inevitable es Las alas del deseo (Der Himmel über Berlin, 1987, Wim Wenders). En este caso las referencias a lo religioso podrían pasar por blasfemias, pues la historia se centra en la decisión de un ángel, interpretado por Bruno Ganz, de cambiar su condición por la de un hombre, cuando conoce a una acróbata interpretada por Solveig Dommartin.

Pero el hecho es que la cinta como tal es un poético himno a la vida, una invitación a que los humanos, sumidos en nuestros afanes minúsculos, nuestras mezquindades, apreciemos lo que tenemos, lo que los ángeles no pueden disfrutar: el viento, la lluvia, los colores que vemos, la libertad, que son dones de Dios.

No puedo resistir la tentación de mencionar a Krzysztof Kieslowski y su Decálogo (1989) esa colección de diez obras maestras, en las que el director polaco nos recuerda el valor profundo de los mandamientos de la Ley de Dios, no sólo desde una perspectiva puramente religiosa, sino también como fundamento para la convivencia armónica.

Finalmente, termino como empecé, con una comedia, una comedia negra en este caso, de Álex de la Iglesia, El día de la bestia (1995). A diferencia de Todopoderoso, en la que el tono ya desde el principio de la cinta es jocoso, el El día de la bestia De la Iglesia se presenta como un thriller teológico en el que Álex Angulo, el sacerdote y profesor de teología, asume con pasión apocalíptica la tarea de descubrir dónde nacería el Anticristo para evitar las consecuencias que se derivan de ese hecho.

Conforme avanza la cinta queda más y más claro que es una comedia negra, pero cada que la veo no puedo olvidarme de algo que leí hace mucho, que el mejor truco del demonio es hacernos creer que no existe…

Las opiniones vertidas en Atrio son de la exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan ni buscan reflejar los puntos de vista del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, sus socios y directivos, ni de las instituciones vinculadas con el IMDOSOC.

lunes, 6 de octubre de 2008

Otra de música

Ahora que los días empiezan a ser más largos, que llueve, baja la temperatura y que, en general, uno tiende a pasar más tiempo dentro de casa, es inevitable buscar en la música una compañía que le ayude a uno a buscar significados más profundos en la vida, una compañía que, en pocas palabras le ayude a acercarse a uno a Dios.

Las revoluciones comerciales y tecnológicas de los ochenta y noventa, por cierto, han ayudado a que uno tenga acceso a una variedad mucho más amplia de música que la que se tenía a finales de los setenta, además de que la música a la que se tiene acceso es de mucha mayor calidad técnica.

Esta realidad, que se ha convertido en un dolor de cabeza para casi todas las disqueras que han visto perder los márgenes de ganancia a los que estaban acostumbradas, para los consumidores de música ha sido fuente de regocijo, pues se tiene acceso a más música, de mejor calidad y a menor precio.

De ahí que resulte inevitable preguntarse qué hay de nuevo en materia de música que, más allá de las etiquetas que pudiéramos ponerle a tales o cuales autores o géneros, sea música que ayude a acercarnos a Dios.

La lista que presento aquí no pretende ser exhaustiva. Muy por el contrario, pues está atravesada por todos los sesgos de los que uno es capaz cuando se trata de elegir tal o cual tipo de música.

Uno de los autores que descubrí a principios de los noventa y que, desde entonces, no deja de sorprenderme por la calidad de sus composiciones, es el polaco Henryk Mikojlav Górecki.

Procedente de la misma región de Polonia en la que nació y vivió Karol Wojtyla hasta que se convirtió en Juan Pablo II, Górecki pertenece, como muchos de los autores que voy a presentar aquí, a los llamados minimalistas. Su música es sencilla, pero ello no le impide ser profunda, dramática y conmovedora.

La primera composición que escuché de él fue la sinfonía de las canciones cargadas de tristeza, sinfonía de las lamentaciones o de las canciones de lamento (el título original es difícil de traducir al castellano).

Se trata de una bellísima composición para soprano y orquesta sinfónica en tres movimientos en los que se enlazan delicadamente la severidad de los graves profundos (que hacen difícil de escuchar los primeros compases del primer movimiento), con la parte que corresponde a la soprano quien canta, sucesivamente y en cada uno de los tres movimientos, una vieja canción en polaco antiguo, una oración que una interna de las prisiones de la Gestapo en Polonia, la niña Helena Blazusiak, dejó escrita en la pared de su prisión y una canción tradicional polaca que, en algunos casos, precede a la rezo del Ave María.

La versión más conocida de esta sinfonía (Opus 36) es la que tiene a Dawn Upshaw como solista y a David Zinman como director de la Sinfonietta de Londres.

Luego de conocer esta Sinfonía no. 3 de Górecki empecé a comprar de manera un tanto compulsiva otros materiales de este autor y aunque ninguno me logra conmover tanto, Totus Tuus, Todos tuyos, es otra de las obras que llama mi atención. En algunas de las ediciones disponibles en el mercado, se le presenta como un himno dedicado a Juan Pablo II.

De igual modo, un disco de The Kronos Quartet con música de Górecki, Already it is dusk, acerca de la destrucción de Varsovia durante la segunda Guerra Mundial, me permitió acercarme a otros materiales de esa importante agrupación musical.

Casi al mismo tiempo que conocí a Górecki, tuve oportunidad de conocer también la obra de Ärvo Pärt, un compositor estonio-alemán. En un principio fue particularmente interesante acercarse a su Te Deum difundido, junto con su Misa Berlinesa, por el sello europeo ECM.

Como en el caso de la Sinfonía no. 3 de Górecki, el Te Deum de Pärt ofrece una música tan vibrante como desgarradora y esperanzadora, a partir de líneas melódicas y armonías extremadamente simples, que transportan a quien lo escucha a los espacios espirituales y sobrecogedores de los grandes monasterios europeos.

El Te Deum de Pärt se convirtió para mí en un punto de ingreso a una red de compositores minimalistas religiosos del norte de Europa, además de que me permitió conocer otras composiciones de Pärt en el sello ECM entre las que destacan Passion (Pasión de Jesucristo según San Juan, que en ocasiones ha sido presentada en vídeo por Canal 22 de la Ciudad de México), las distintas variaciones de Fratres (una obra para doce chelos, en la que cada uno de los chelos representa a cada uno de los apóstoles de Jesús), Miserere, Credo, Canon Pokajanen, Orient-Occident, Magnificat, Tabula Rasa, Como la cierva sedienta… y otras más.

Se trata de obras, como los títulos lo indican, tomadas de las más añejas tradiciones de la composición musical cristiana que, sin embargo, en las manos de Pärt y sus distintas contrapartes, adquieren belleza y profundidad, al mismo tiempo que le permiten a uno buscar nuevas rutas para el disfrute de la música y el acercamiento a los divino, a lo espiritual.

No sólo eso. Gracias a Pärt tuve la oportunidad de descubrir a otros compositores e intérpretes contemporáneos. Ese fue el caso de la relación entre Pärt y Paul Hillier, la figura detrás de The Hilliard Ensemble y de The Teathre of Voices, dos agrupaciones vocales de primer nivel, así como del organista británico Christopher Bowers-Broadbent.

A su vez, la familiaridad con el trabajo de The Hilliard Ensemble me permitió conocer también el trabajo que Jan Garbarek, un excelente compositor e intérprete noruego de jazz, hizo con The Hilliard Ensemble para reinterpretar algunos de los cantos gregorianos más conocidos con el apoyo de distintos tipos de saxófonos, en lugar del tradicional órgano, así como para familiarizarme con algunas de las interpretaciones de The Hilliard Ensemble y The Theatre of Voices de música de los periodos gótico y barroco, además del tratamiento que hacen de distintos cantos gregorianos.


Como resultado de esta colaboración, ECM dio a conocer Officium, uno de sus más sonados éxitos y, más adelante, Mnemosinye. En ambos, Garbarek ejecuta varios saxófonos, mientras los cuatro intérpretes de The Hilliard Ensemble despliegan la calidad prístina de sus voces y su conocimiento de las tradiciones musiciales del Occidente cristiano.

The Hilliard Ensemble es una agrupación musical británica que, además de la calidad de sus interpretaciones, destaca por el trabajo que Paul Hillier hace de investigación documental para rescatar partituras perdidas en la inmensidad de las bibliotecas nacionales de distintos países europeos o en las de pequeñas abadías y monasterios de distintas regiones de Europa.

De una de esas abadías es de donde se empezaron a rescatar, a principios de los sesenta, las obras de una monja maravillosa, la beata Hildegard von Bingen; una suerte de sor Juana Inés de la Cruz de la música gregoriana, cuya obra se ha convertido en el patrimonio de distintos grupos que van desde las feministas radicales que reivindican el carácter femenino de sus composiciones y de la teología que las acompaña, hasta de quienes, desde la Iglesia la presentan como un ejemplo a seguir para las religiosas en el siglo XXI.

El conocimiento de las obras de The Hilliard Ensemble me ayudó, también, a entrar en contacto con los trabajos de otros autores europeos contemporáneos, como Oliver Messiaen y a escuchar interpretaciones menos convencionales, más actuales de, por ejemplo, Las Cantatas de Johan Sebastian Bach.

En general, en México, las tiendas de música Mix-Up tienden a contar con materiales de la mayoría de estos compositores e intérpretes. También es posible encontrar muestras de la música de cada uno de ellos en la red al correr búsquedas en Google o Yahoo.

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